Los Grandes Del Deporte

Un homenaje a todos aquellos que cambiaron, cambian y cambiarán la historia del deporte argentino.

sábado, octubre 07, 2006

Guillermo Vilas

Gastón Gaudio y Guillermo Coria, dos argentinos, disputaron la final de Roland Garros 2004; David Nalbandian ganó el Torneo de Maestros 2005 superando al suizo Roger Federer y el equipo nacional se instaló en la definición de la Copa Davis por primera vez en 25 años.
Puede parecer arriesgada la afirmación, pero nada de esto hubiera sido posible si 30 años antes no hubiera habido un señor que cambió para siempre la historia del tenis en el país, transformó lo que era un deporte elitista en una pasión popular y sirvió de modelo para miles de chicos que soñaban con lograr hacer algunas de las cosas que él creaba con su raqueta.
Esta es la historia de Guillermo Vilas. Nació el 17 de agosto de 1952 en la ciudad de Buenos Aires, contrariamente a la creencia generalizada de que lo hizo en Mar del Plata. La ciudad portuaria fue, sin embargo, escenario de sus primeras incursiones contra el frontón.


Tuvo su primer profesor de tenis a los 11 años y a partir de alló comenzó a competir. La ecuación surge con naturalidad: así como empezó a competir, empezó a ganar. Primero torneos internos, luego regionales, luego nacionales y finalmente el salto al exterior. Su triunfo en el tradicional Orange Bowl de 1968 marcó la pauta de que ya estaba listo para jugar con los profesionales.
Y vaya si lo estaba... La conquista del Abierto de Buenos Aires en 1973, derrotando en la final nada más y menos que al sueco Bjorn Borg, fue el primero de sus 62 títulos en singles, que se sumaron a los 15 en dobles.
De esas 62 consagraciones hay algunas que sobresalen del resto por su importancia. El Torneo de Maestros de 1974, tras vencer en el partido decisivo al rumano Ilie Nastase, fue su primer gran logro y la certeza de que Vilas era grande entre los grandes.
Luego llegarían los cuatro Grand Slams: Roland Garros y Forest Hills en el 77 y Australia ´78 y ´79. Nunca pasó los cuartos de final en Wimbledon, pero lo justificó con su ya célebre frase: "El pasto es para las vacas".
Ese 1977 fue sin dudas su mejor año. La marca de 16 campeonatos en una temporada aún sigue vigente, ganó el Grand Prix (al igual que en el ´74 y ´75) y quedó claro para todos que Willy era el mejor por esos tiempos. Para todos, claro, menos para la computadora. El intrincado sistema de cálculo de ránking, basado en un promedio, colocó al estadounidense Jimmy Connors en la cima, relegando a Vilas al segundo lugar.
Si en el circuito ganó todo (o casi todo) lo que se propuso, la cuenta pendiente de su carrera tiene que ver con la esquiva Copa Davis, ese objeto deseado y hasta el momento inalcanzable para el tenis argentino. Arañó la gloria en 1981, de visitante y ante Estados Unidos. Aquella vez, una treta de John Mc Enroe dio vuelta el trámite psicológico del doble, punto clave de la serie. Los locales terminaron ganando ese juego y se alzaron con la Ensaladera de Plata.
Sin embargo, cuando más cerca estuvo Argentina de ganar la Davis con Vilas fue el año anterior, 1980. La semifinal con Checoslovaquia era el trampolín para la accesible final con Italia, preludio de lo que hubiera sido la consagración. Conflictos internos sacaron de foco al equipo y permitieron a Lendl y compañía llevarse la serie y posteriormente el título.
Kitzbuhel fue testigo de su último éxito allá por 1983. Siguió jugando hasta 1992 y después se hizo a un lado para dar paso a las nuevas generaciones, las que crecieron viéndolo jugar, las que soñaron con ser como él y las que conviven con su sombra.
El tenis argentino goza en la actualidad de buena salud. Está cosechando los frutos del árbol que alguna vez plantó Guillermo Vilas. Es imposible de comprobar, pero muy probablemente nada de esto hubiera sido posible sin él, el que cambió la historia para siempre.